Pese a que los días pasan, aun no cesa la tristeza. Los escasos recuerdos con el Camarada Mario se arremolinan y el pasar la página para continuar trabajando, con el mismo o mayor empeño por la paz y la construcción de una Nueva Colombia, se presenta como una tortuosa tarea. No resulta nada sencillo pensar y saber que trabajar por estas dos tareas puede costarnos la vida.
En las últimas horas he recordado en las palabras de mis estimados y respetados camaradas, Jairo Quintero y Alirio Cordoba, así como del mismo Mario Morales, la trayectoria política que lo condujo a vincularse a la resistencia armada que encarnaron las extintas FARC-EP por más de 50 años. Y con esos recuerdos presentes, sobrevinieron en mi memoria conversaciones entre aguardientes y cervezas con compañeros y compañeras de la Juventud Comunista que actualmente dotan de otro sentido al asesinato de excombatientes.
Nosotros y nosotras, la generación que se politizó en el marco de la política de seguridad democrática, fuimos formados políticamente, digámoslos así, por quienes bien podrían ser, salvadas pocas excepciones -pienso en los respetados y estimados lideres sociales, tales como Andres Gil, Francisco Toloza, Javier Calderón y Huber Ballesteros-, nuestros abuelos y abuelas. Pienso ante todo en quienes considero mis maestros más próximos, tales como Dario Fajardo y Sergio de Zubiria. Entre estos últimos y mi generación estaba ausente una generación: la generación del estatuto de seguridad, la de la primera ola de violencia en contra de la Unión Patriótica, la que fue asesinada, exiliada o compelida a ingresar a la insurgencia para salvar sus vidas, como fue el caso de nuestro estimado Camarada Mario Morales, quien en razón a su filiación al Partido Comunista Colombiano y la Unión Patriótica fue estigmatizado y perseguido.
La firma del Acuerdo Final para la Finalización del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, pero más concretamente su truncada implementación, nos permitió, en la familia comunista, reencontrarnos con la generación ausente por motivos del conflicto armado. Con los Pastor Alape, los Ruben Zamora, las Victoria Sandino, las Maria Buendia, los Timoleón Jimenez, los Mario Morales. En últimas, con los y las revolucionarias indoblegables que pese a todo y a nada, llevan la Nueva Colombia en sus corazones y aun vibran con la posibilidad de una Colombia en paz.
Este encuentro, fugaz en algunos casos, como tristemente lo fue con el Camarada Mario, nos ha permitido a las juventudes de la Nueva Colombia reconocer en ellos y ellas, así como ellos y ellas seguramente lo aprendieron de quienes fungieron como nuestras abuelas y abuelos políticos y por los rigores de la lucha política en los tiempos de su ausencia, que el "material del que estamos hechos los verdaderos revolucionarios es indoblegable", como lo afirmaba nuestro estimado Camarada Mario Morales.
A su familia y a las familias de los cientos de camaradas firmantes de la paz asesinados, nuestra absoluta y genuina solidaridad. A Colombia entera, nuestra voluntad irreductible de perseverar y trabajar por la construcción de la paz en y desde los territorios.
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