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Elogio a la política... no descafeinada

En las últimas décadas asistimos a una despolitización de la política, producto de su mediatización y la corrección formal que elude cualquier tipo de conflicto para no levantar asperezas. Esta es la política descafeinada, la política que se niega a sí misma al eludir a toda costa los conflictos que tienen lugar en la sociedad, evitando toda polémica en la búsqueda de agradar a todos y todas.


Quienes se atreven a reflexionar, enunciar y sentir la política en su más profundo sentido son tildados de polarizadores. ¡Dejen de polarizar! Se les grita a viva voz y se les invita a retirarse pronto del ejercicio político. Esta realidad aplica tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político. Quienes hacen el señalamiento suelen pretenderse hijos putativos de ese centro aséptico por el cual, como ironiza el profesor Juan Carlos Monedero a menudo, nadie en la historia ha sido fusilado. Otra forma de dejar en evidencia que en política el centro no existe.


En dicha corrección política que he querido llamar política descafeinada, fagocita y se nutre la más profunda defensa del orden social establecido. En virtud de esta realidad, Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990, al ser interrogada sobre su mayor logro bajo su mandato, respondió sin titubeos que era Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Es decir, una oposición funcional que incluso llegó a hacer suya la protección del estatus quo. Ejemplos como este, guardando las diferencias, puede encontrarse en distintos tiempos y lugares, desde el Partido Demócrata de los Clinton, pasando por el PSOE de Felipe Gonzalez en el Estado Español, hasta los neoliberales de izquierda que hoy en día pululan en los partidos políticos declarados en oposición en nuestro país.


Por estos ejemplos y porque es una realidad palpable y que goza de muchos adeptos trasnochados en la política colombiana, incluso en el partido político surgido luego de 50 años de resistencia armada, es que posiciones radicales -es decir, que van a la raíz-, como la asumida por la Senadora Victoria Sandino son dignas de toda admiración y respeto, dado que apartándose de los preceptos de la política descafeinada y fiel a los principios que dice defender, sometió a crítica la composición de la mesa directiva de la Comisión para la Equidad de la Mujer y anunció al tiempo su renuncia a esta célula legislativa, en tanto, a su entender, ésta es, hoy por hoy, un riesgo para las conquistas alcanzadas al calor de la lucha por las mujeres.


No hay nada como un café bien cargado. No hay nada como una política colmada de argumentos, posiciones bien definidas y principios irreductibles. En Colombia hablar de la política y de lo político, en un sentido amplio y profundo que abordase toda nuestra realidad, estuvo vetado por más de tres décadas. Hoy, en la Colombia post Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, y en parte gracias y en virtud de el, urge que como sociedad hablemos más y más de política, que la rumiemos, que no la eludamos, que respetando las diferencias, elogiemos la política… no descafeinada.

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